Desde el inicio de nuestra Familia religiosa nos encontramos con que la manera en que Teresa y sus posteriores compañeras extendieron el Reino de Jesucristo fue la Catequesis. A lo largo de los años 1907 a 1919, Teresa y su hermana María fueron insignes Catequistas de la Parroquia “El Sagrario” del centro de Lima, desde su llegada de Europa, les sorprendió el llamado del Padre Eugenio Hengbarth, sacerdote redentorista quién les abrió todo un mundo de gracia a través de la Catequesis, siendo muy conocidas en el medio limeño por la labor de Catequistas que, en el territorio del centro de Lima, realizaban Teresa y su grupo de “Hermanitas».
La Catequesis es uno de los fines por los cuales nuestra Madre funda nuestra Congregación, como ella misma lo escribe al Cardenal Pietro Gasparri en 1914:
Se trata de la fundación de una Congregación de religiosas cuya misión consistirá en ayudar al clero parroquial en los Catecismos, preparando a la primera comunión, patronatos, etc. (…) Hemos visto también cuan indispensable es para los párrocos la cooperación asidua, constante y segura de las Srtas. Catequistas, sin cuyo concurso toda su abnegación y celo resultarían casi estériles.
Por otro lado, también hemos constatado la necesidad de acudir a la instrucción del pueblo, no solo en las parroquias u otras iglesias sino en sus propios hogares porque la ignorancia de los padres hace muy difícil la catequización de los hijos, pues dejan al arbitrio de los niños la asistencia al Catecismo.
Como consta en las Crónicas de la Hermandad de la Cruz del año 1914, todas las hermanas colaboraban en los trabajos de la Catequesis, que en ese tiempo se realizaban en Lima, ya sea como catequistas, como organizadoras de la Catequesis, visitando enfermos o participando de las Obras de la Propagación de la Fe, las diferentes “Hermanitas” iban asumiendo la práctica de lo que iba a ser después la acción pastoral propia de la Congregación, siempre viviendo los “signos de los tiempos” como manifestación de la novedad que el misterio de la Cruz propone a Teresa y que ella, como cabeza del grupo, trasmite a las “Hermanitas”.
Luego, al hacerse realidad la fundación de nuestra Congregación, después del año de formación en Villacampa, empiezan las labores apostólicas, primero en el mismo local de Villacampa, después, estando ya en “El Prado”, acudiendo a las casas de los más necesitados, para ir a evangelizar a las familias, realizando así, lo que ya desde el inicio de la Obra se les presentaba:
… las obras apostólicas necesarias en los tiempos actuales requieren salir de la casa en busca de almas sin esperar que ellas vengan.
Es esta la realidad apostólica tan abundante a la que nuestra Congregación busca responder y ante la cual no escatima ningún esfuerzo.
En la Biografía, recordando a nuestra Madre, Madre María escribe:
«Cuando habíamos comenzado las obras apostólicas y nos hacía falta el dinero para
remediar las necesidades de la pobre gente, tanto niños, como personas mayores, que acudían a los Centros de Catequesis, como se ha dicho, pareció que la Divina Providencia aprobaba nuestra iniciativa cuando recibimos en el día de Navidad, una limosna de cien soles a nombre del Niño Dios. No dejó nuestra Madre inútil esta lección. Fue generosísima con los pobres de tal manera que nos asustábamos de la facilidad con que le sacaban el dinero. Cuando se le decía que podían engañarle, respondía: “Prefiero engañarme por dar y no por desconfiar».
Una vez a los finales de
su vida dijo: “Yo nunca hubiera podido ser feliz sabiendo que hay tantos que sufren”. (Biografía, p. 150)
Poco a poco, se va consolidando la experiencia de ser ante todo, Catequistas que buscan dar a conocer a Dios en las familias, a los niños, a los jóvenes, a las madres de familia, a todos se busca dar a conocer el misterio de la libertad hallada en la Cruz y como esta Cruz, se convierte en centro de la sociedad, es así que la Catequesis es el ANUNCIO del gozo de ser salvadas y la experiencia de saber el valor redentor de la Cruz de Cristo.